Por Diana Romero
En medio de esa pasión por tuitear, externar nuestros pensamientos inmediatos y comentar tweets ajenos - si nos llama la atención la temática -, el viernes pasado durante la cena, se escuchaban los murmullos de decenas de conversaciones que se estaban llevando a cabo en ese momento y debo confesar que tuve que contener la tentación de intervenir en alguna de ellas y externar mi punto de vista, ¿por qué no? Resulta paradójico que propiciemos el diálogo en los medios online, mientras que en el mundo tangible limitemos estrictamente nuestras relaciones.
En medio de esa pasión por tuitear, externar nuestros pensamientos inmediatos y comentar tweets ajenos - si nos llama la atención la temática -, el viernes pasado durante la cena, se escuchaban los murmullos de decenas de conversaciones que se estaban llevando a cabo en ese momento y debo confesar que tuve que contener la tentación de intervenir en alguna de ellas y externar mi punto de vista, ¿por qué no? Resulta paradójico que propiciemos el diálogo en los medios online, mientras que en el mundo tangible limitemos estrictamente nuestras relaciones.
¿Será miedo, poca curiosidad, escaso el tiempo o simplemente "fuera de lo normal"? Así como ir caminando entre la multitud en alguna exposición y querer acercarse a comentar sobre esa pieza...
Parece que pocos temas y entornos nos permiten esa cercanía a los extraños, viene a mi mente una experiencia en un autobús durante el mundial en Alemania 2006 rumbo al trabajo, todos atentos al televisor unidos por ese sentimiento de incertidumbre, aún cuando llegamos a nuestro destino y el chofer se detuvo, los pasajeros seguimos en pausa, comentando las jugadas y el marcador, al finalizar ese primer tiempo, se apagó la comunión y seguimos nuestro camino...
Acciones similares en todos los restaurantes y bares durante un Mundial de futbol y esa emoción coordinada sólo comparada con un Estadio Azteca lleno en un partido de la Selección Nacional... O esas veces atorada en el banco, en una oficina de gobierno en donde estás hombro a hombro con otras personas que comparten un interés contigo.
Después de todo el romanticismo, es motivador darse cuenta de que podemos conducir acciones conjuntas, la más clara, el movimiento Yo soy 132, por la euforia desatada, independientemente de los intereses particulares, (sobra decir que soy apartidista), acciones que muestran un poco de lo que sucedería si trasladamos algo de nuestro activismo en línea al mundo real, o un poco de nuestra etiqueta tuitera, amabilidad, actitud de colaboración, civilidad y escucha, así como el interés de aportar algo interesante, para enriquecer nuestra comunidad. Intentemos recordarlo la próxima vez que viajemos en transporte público o nos encontremos en alguna explanada...
